Somos parte de la naturaleza aunque, a veces, la tengamos tan distante. Tan solo el observarla nos da las claves de cómo alcanzar nuestro equilibrio personal.


Etimológicamente, equilibrio procede del latín “aequilibrium” que se descompone en “aequus” (igual) y “libra” (balanza). Y su significado más común es: el resultado de la tensión entre fuerzas contrarias que se contrarrestan.

Cuando hablamos de equilibrio lo que suele evocar mi mente es una imagen de algo quieto, inmóvil. De algo que está íntimamente relacionado con un malabar o con el funambulismo; ese arte de caminar a lo largo de un delgado alambre o cuerda situado a una cierta distancia del suelo.

Tenemos una gran maestra de donde aprender que es y como se logra el equilibrio; no en su versión estática sino todo lo contrario, un equilibrio en continuo movimiento. Se trata, sin duda, de la naturaleza.

Cojamos uno de sus elementos, el agua de un río, a título de ejemplo. Mucho que aprender de ese fluir a pesar de las dificultades que pueda encontrarse en su camino. Agua que salva obstáculos y moldea paisajes, siempre avanzando.

Y a su vera el junco, curiosa planta. Tarda dos años en echar profundas raíces antes de salir a la superficie. Bien arraigada y tremendamente flexible puede soportar vientos huracanados, danzando simbióticamente y recuperando luego su verticalidad. No sucumbe ante la adversidad sino que la vive, la integra, la supera.

Y que decir del oso que hiberna. Ejemplo de proporcionalidad entre esfuerzo y descanso. Escucha a su cuerpo y reposa tanto como precisa para reponer sus fuerzas.

O bien de la ferocidad que puede mostrar un león al mismo tiempo que el mimo con que lame a sus crías.  Magistral uso de sus hemisferios izquierdo y derecho.

O de la miríada de puntos de luz que se dibujan en el firmamento en una noche sin nubes, cuando quedamos sobrecogidos por la grandeza de aquello a lo cual pertenecemos.

Saquemos aprendizajes de estas observaciones… ¿Qué claves emanan? Al menos cinco lecciones que nos ayudan a avanzar hacia el equilibrio:

1.- Dejarnos fluir. Esto es aceptación. Aceptar que no somos perfectos, aceptar que nos equivocamos. Aceptar eso mismo de los demás. Aceptar lo que viene y lo que  no llega. Aceptar e integrar nuestras experiencias.

2.- Ser flexibles. Para ello necesitamos “profundas raíces”. Esto es creer en nosotros mismos, en las infinitas capacidades que poseemos. Confiar en nuestro instinto, honrar nuestro origen.

3.- Tener cuidado de nosotros mismos. Buscar espacios para “volver a casa”, para conectar con lo más profundo de nuestro ser. Ahí reside la autenticidad y la nobleza de nuestros actos.

4.- Trascender la dependencia de lo externo. Por influencia ajena dejamos de ser fieles a nuestra escala de valores y equivocamos el orden causándonos un profundo malestar. Nos confundimos al entregar nuestro poder a los demás y aquello que debería ser lo más natural nos parece extraño y vergonzoso. Por ejemplo, mostrar ternura cuando estamos en nuestro entorno de trabajo, nos puede parecer sinónimo de debilidad, pero justo es todo lo contrario, es un acto de valentía.

5.- Aprender a valorarnos. Somos diminutas porciones de algo inmenso, porciones que contienen a su vez toda la inmensidad.

Si nos preguntan que es lo más importante en nuestra vida la respuesta más frecuente suele ser: un ser querido (padre, madre, hijos…). En realidad no es así. Lo más importante somos nosotros mismos, tú para ti, yo para mi.

Suena tremendamente egoísta, pero no lo es en absoluto. Cuidarse a uno mismo, cultivar profundamente las propias emociones para poder alcanzar el equilibrio. Irradiar bienestar. No es egoísmo es pura generosidad.

La esencia de un verdadero liderazgo es la autenticidad. Evolucionar como individuos nos convierte en mejores líderes. Alcanzar nuestro equilibrio personal nos transforma en líderes extraordinarios.


Tiempo atrás construíamos iglesias y catedrales mientras que hoy en día construimos fábricas y edificios de oficinas. Y es que nuestra vida gira, en gran medida, en torno al trabajo.

Una palanca para lograr que nuestro mundo sea un lugar más habitable es empezar a transformar las empresas. Dentro de las organizaciones, dejemos espacio a la energía femenina para que equilibre la fuerza arrolladora de la energía masculina.

Como propietari@s, directiv@s y emplead@s está en nuestras manos co-crear una nueva realidad. ¡Sólo necesitamos la voluntad de llevarlo a cabo!